En el penal de Monterroso, las segundas oportunidades siempre son buenas

Tras los éxitos cosechados por los múltiples programas de educación ambiental puestos en marcha por la Escuela de Adultos del Centro Penitenciario de Monterroso (Lugo) durante los últimos años, su director, Pedro Cantero, ha decidido meterse de lleno en una nueva aventura  a raíz de la novedosa idea aportada por una de las maestras, Lucía Rodil. Lleva por título “Una segunda oportunidad” y con ella quiere simbolizar la importancia de contar con una segunda oportunidad en el camino de la vida para redescubrirse, para adaptarse, para reencontrarse y, por supuesto, para reinsertarse.
En esta ocasión, y tras haber trabajado duramente, con el apoyo de Sogama, en el reciclaje de la materia orgánica a través del compostaje y vermicompostaje, tras haber reducido la cantidad de comida que acaba en el cubo de la basura con su proyecto “Don’t Waste Food” y tras haber creado un huerto ecológico con material reciclado en el que los internos cultivan multitud de productos (verduras, hortalizas, frutas e incluso aromáticas),  ahora le toca el turno al textil y la lucha contra los plásticos de un solo uso.
El espíritu de esta novedosa iniciativa es ayudar a disminuir el exacerbado consumo de bolsas plásticas, sustituyéndolas por otras reutilizables. Para ello la escuela ya ha abordado la primera fase de recogida de ropa que ha quedado inutilizada en el penal para confeccionar bolsas de tela con la misma. Pero, no conformes, se han planteado elaborar dos tipos de bolsa: una procedente de ropa vaquera, más sport, moderna y transgresora; y otra de tela de camisas y batas, más tradicional e inmaculada. Internos del penal se han ofrecido como voluntarios para participar en esta experiencia. Su misión será recoger la ropa fuera de uso en los módulos adscritos a la actividad y llevarla a la escuela, donde se almacenará, clasificará y procesará en el futuro taller de cosido, que arrancará en breve.
Cantero se encuentra entusiasmado con la propuesta y considera que constituye un paso más en el proyecto curricular del centro; un proyecto que atiende y entiende la diversidad, que comprende las particulares circunstancias de cada interno y que intenta extraer lo mejor de cada uno para ponerlo en valor, ayudando a construir la aptitud con la que abordar el futuro fuera del penal. Él y su equipo de docentes trabajan intensamente cada día con este fin. Una labor compleja, pero enormemente gratificante. Tal y como explicó en diversas ocasiones, si su esfuerzo, sacrificio y vida profesional sirven para, al menos, reinsertar a una sola persona, habrá valido la pena.
La ilusión centrada en el proyecto “Una segunda oportunidad” no puede ser mayor. Aprovechar y crear constituye un ejercicio que contribuirá a evadir a los internos de las rutinas y limitaciones propias de un centro penitenciario. Lo aparentemente inservible, no sólo se transformará en algo útil y provechoso, sino que incluso se impregnará de un importante mensaje ambiental. Reciclaje y reinserción van de la mano en un centro pionero en política social y medioambiental que ha sido capaz de visualizar los residuos como un ingrediente fundamental en el proceso de reeducación de los internos, demostrando que la recuperación, no sólo es deseable, sino posible.


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