El mundo post-COVID: Haciendo de la sostenibilidad la nueva normalidad

A medida que las semanas se han convertido en meses, la vida durante la pandemia COVID-19 ha planteado preguntas de gran alcance sobre nuestra salud, nuestro medio ambiente, nuestra economía y nuestra sociedad , en definitiva, nuestra forma de vida. El desplazamiento forzoso de nuestros hábitos normales de comportamiento nos ha mostrado que las cosas pueden hacerse de otra manera.
Sí, hay un anhelo generalizado de volver a la normalidad, o al menos algunos aspectos de la normalidad: la posibilidad de estar cerca de los seres queridos, de mezclarse con los amigos en un bar, de hacer deporte en una playa, y mucho más. Pero también escuchamos muchas voces, personales y políticas, que insisten en que no debemos volver a la normalidad, instando a que, al salir de la pandemia, no nos limitemos a reiniciar la economía, sino que la volvamos a poner en marcha.
El pasado mayo, más de millón y medio de personas firmaron una petición pidiendo una recuperación verde de la crisis económica desencadenada por la pandemia. Esta petición en particular estaba dirigida a la UE, pero es un sentimiento compartido por los ciudadanos de muchos países de la OCDE. Muchas personas han disfrutado de la oportunidad de respirar aire limpio en el corazón de ciudades normalmente contaminadas u observar la naturaleza aventurándose de nuevo en los suburbios o más lejos, envalentonados por la falta de ajetreo. Y la mayoría se da cuenta de que no debería hacer falta una pandemia para lograrlo.
Diversos grupos de interesados han hecho llamamientos similares que van mucho más allá de los sospechosos habituales. Por ejemplo, la Alianza Europea para una Recuperación Verde reúne a diputados de diferentes partes del espectro político (ministros de gobierno, empresas, sindicatos, ONG y grupos de opinión) en torno a la demanda de una salida sostenible de la pandemia. Volver a la normalidad no es una opción. Es esencial que al planificar nuestra forma de vida tras esta emergencia sanitaria, nuestra brújula esté firmemente guiada por la necesidad de reorientar nuestras economías en una dirección más sostenible que priorice el bienestar y la calidad de vida por encima del PIB.
Puede ser un cliché decir que cada crisis es una oportunidad. Y esta es una oportunidad para cambiar de dirección para mejor, más inmediatamente asegurando que las grandes sumas de dinero público que se inyectan para salvar las economías se dirigen de acuerdo con los principios de sostenibilidad. El dinero público debe ser usado en el interés público. Cuando se utiliza para mantener en marcha empresas comerciales, es más que legítimo imponer condiciones a esa financiación, ya sea en forma de subvenciones o préstamos, condiciones que sirven al interés público.
Como en muchos casos, las generaciones futuras serán las que paguen la deuda, sus intereses deben ser primordiales. Y las marchas juveniles de 2019 han demostrado que las crisis climáticas y de la biodiversidad están, lógicamente, a la cabeza de sus preocupaciones. Por lo tanto, cualquier rescate a las aerolíneas, fabricantes de automóviles y otras industrias contaminantes debe ir acompañado de estrictas condiciones ambientales y sociales. 


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