Poner límites al cambio climático: quien contamina, paga

El cambio climático es uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad en la actualidad, por eso abordarlo desde una perspectiva económica resulta fundamental. 
En este artículo conoceremos el Modelo DICE, un marco para evaluar los costes y beneficios de las medidas destinadas a mitigar el cambio climático, y veremos ejemplos de estrategias efectivas para reducir el calentamiento global y el impacto de la incorrecta gestión de residuos sobre las emisiones.

El Modelo DICE de Nordhaus

En los años 70 ya había una comunidad activa de investigadores que empezaban a alertar sobre el aumento de la temperatura global y fue en 1975 cuando se acuñó el término “calentamiento global” en un artículo publicado en la prestigiosa revista Science. Este contexto de conciencia emergente sobre el cambio climático sirvió de catalizador para el economista William Nordhaus, quien vio la necesidad de abordar este desafío desde una perspectiva económica.
Así, nació su popular proyecto, el Modelo Dinámico Integrado de Clima y Economía, conocido como Modelo DICE (Dynamic Integrated Climate-Economy). Se trataba de una herramienta revolucionaria al recoger datos de diversas disciplinas (económica, ambiental, geográfica, social o climática) para evaluar los costes y beneficios de las medidas destinadas a mitigar el cambio climático
La integración de datos de diferentes disciplinas en los modelos de Nordhaus es fundamental para capturar la complejidad de los sistemas climáticos y económicos. Esto se logra a través de ecuaciones que representan las interacciones entre la población, el crecimiento económico, las emisiones de gases de efecto invernadero y el cambio climático. Tiene también en cuenta factores como la tecnología disponible, las políticas gubernamentales y los comportamientos humanos.
A pesar de haber sido creado hace varias décadas, el modelo DICE ha sido revisado y actualizado a lo largo del tiempo para reflejar los avances científicos y tecnológicos, así como los cambios en las políticas climáticas y económicas. Es, además, ampliamente referenciado en la literatura científica sobre el tema, incluso agencias gubernamentales y organizaciones internacionales a menudo utilizan modelos basados en los principios del modelo DICE, para informar la toma de decisiones sobre políticas climáticas a nivel nacional e internacional.

El principio de “Quien contamina, paga”

Durante décadas, Nordhaus ha abogado firmemente por la aplicación de tasas elevadas a las emisiones de gases de efecto invernadero como una solución eficaz para mitigar el cambio climático. A pesar de que esta medida no gozaba de popularidad, su razonamiento era sólido: al imponer un coste significativo a gobiernos, empresas y hogares por sus emisiones, se incentiva la búsqueda de alternativas y se impulsa el uso de energías renovables.
El aumento del precio de las emisiones de carbono supone un impacto en la economía y el medio ambiente. Por un lado, puede desencadenar una transición hacia fuentes de energía más limpias y eficientes, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero y mitigando el cambio climático. Sin embargo, también plantea desafíos económicos, especialmente para sectores intensivos en carbono, y podría tener efectos adversos en comunidades vulnerables.
Si bien otros académicos y expertos también han propuesto ideas similares, el trabajo de Nordhaus ha sido fundamental en la promoción y el desarrollo de políticas que involucren el pago por las emisiones de carbono.
Un ejemplo de estas políticas es el sistema de comercio de derechos de emisión de la Unión Europea, que comenzó a funcionar en 2005, y que es una de las medidas del paquete legislativo “Objetivo 55”, adoptadas para alcanzar ese objetivo de reducción de emisiones en la UE.
El que contamina paga” es el principio sobre el que fue diseñado el régimen de comercio de emisiones. Las industrias de este sistema deben adquirir un permiso de emisión por cada tonelada de CO2 emitido a la atmósfera. Estos permisos son comprados mediante subasta, y su precio viene marcado por la ley de la oferta y la demanda. 
Este Régimen de Comercio de Derechos de Emisión de la Unión Europea (RCDE EU) se estableció en 2005 y se ha convertido en la principal estrategia para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de manera rentable. Actualmente, es el mayor sistema por valor de mercado y recaudación con más de $36.000 millones a cierre de 2021. 

La relación de los residuos con el cambio climático

Cuando hablamos de emisiones y cambio climático, es inevitable mencionar el metano, un gas de efecto invernadero (GEI) que libera hasta 86 veces más calor en la atmósfera que el dióxido de carbono en 20 años y un actor central en el calentamiento global. Sin embargo, otro vínculo menos conocido radica en la vinculación de este gas con la gestión de los residuos. 
Un estudio publicado en The Guardian revela que desde 2019 ha habido más de 1.000 grandes fugas de metano desde vertederos de residuos, con el sur de Asia, Argentina y España como puntos calientes. Estos “super emisores” representan un desafío crítico para la acción climática.
El principal causante de estas fugas de metano es la descomposición de residuos orgánicos en vertederos. Cuando los desechos orgánicos, como restos de comida, madera, papel y desechos de jardín, se descomponen en ausencia de oxígeno, liberan metano como subproducto. Esta descomposición anaeróbica es la principal fuente de emisiones de metano en los basureros.
A pesar de ser una fuente importante de emisiones de GEI, la gestión adecuada de los vertederos puede reducir significativamente las emisiones de metano. La acción para frenar estas fugas incluye propuestas como reducir la generación de residuos orgánicos, desviar los residuos orgánicos de los vertederos, implantar sistemas de captura de metano en los vertederos o mejorar la gestión de los vertederos.

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