Un joven holandés que limpia el plástico de los océanos, Premio Princesa de Girona 2020

Aunque desechemos los envases, bolsas y envoltorios de plástico correctamente, lo cierto es que en el camino que recorren durante su utilización hasta su reciclado, una parte importante de estos plásticos se extravía. El viento, la lluvia y las corrientes de los ríos hacen que, finalmente acaben en los océanos. Es por ello que muchos países han hecho ilegal el uso, la producción o la venta de ciertos plásticos. Por ejemplo, en 2008 Ruanda prohibió la fabricación, importación, uso y venta de bolsas de plástico, y una década después, su Parlamento aprobó una ley donde se ampliaba la prohibición a todo tipo de objetos de plástico de un solo uso, bajo multas que podrían superar los 9.500 euros. En Kenia entró en vigor en 2017 una ley por la que se sancionaba el uso de las bolsas de plástico con multas de hasta 38.000 $ y penas de prisión.
No obstante, y a pesar de todas estas medidas, se prevé que para 2050, es decir, a la vuelta de la esquina, si la situación sigue su curso habitual, en los océanos habrá más plástico que peces. Porque el plástico que ya está en los océanos, si nadie lo retira, permanecerá en éstos durante muchos muchos años.
En 2011, Boyan Slat, un joven neerlandés de origen croata, tras sumergirse con 14 años en las aguas cristalinas de Grecia y comprobar la cantidad de plásticos que inundaban la zona, comenzó a maquinar cómo solucionarlo, ya que esta alma inquieta ha creado proyectos de ingeniería y construcción prácticamente desde que nació. De hecho, con 14 años consiguió lanzar 213 cohetes de agua a la vez, logrando un récord Guinness. En el instituto, con 16 años, se centró en investigar para un trabajo de clase la contaminación del plástico en los mares y la dificultad de erradicarla. Ideó un sistema pasivo que utilizase las corrientes marinas. De hecho, Slat presentó este proyecto en una charla TED en 2012 en Delft. Desde entonces, continúa sus investigaciones y se dedica a perfeccionar su idea originaria.
Aunque en un principio Boyan se matriculó en la Universidad Técnica de Delft en 2012, abandonó sus estudios con 19 años para perseguir su sueño: limpiar los océanos de plástico. Su propuesta consiste en utilizar un sistema en que utilice las corrientes marinas a su favor. A través de unas barreras flotantes de unos 600 metros de largo y una falda cónica de tres metros de profundidad, situada debajo y que retiene los residuos, se aprovechan las energías que existen a tres alturas: el viento, las olas y las corrientes marinas para ser arrastradas.
Este dispositivo tiene forma de “U”, lo que provoca que los desechos de cualquier tamaño (desde milímetros hasta varios metros), que se trasladan más lentamente por el agua por este anclaje (ésta es la clave), se acumulen en el centro del sistema. El arrastre generado por la “falda” actúa también como una fuerza estabilizadora que permite que el sistema se reoriente cuando el viento cambia de dirección. Equipado con luces alimentadas por energía solar, sistemas anticolisión, cámaras, sensores y antenas satelitales, el sistema comunica activamente su posición y reúne continuamente datos. Una embarcación (un camión de basuras marino) recogerá el cargamento acumulado cada seis-ocho semanas. Una vez en tierra, ese plástico se procesará, clasificará y reciclará para crear otros productos.
En 2013, Boyan Slat creó una organización sin ánimo de lucro, Ocean Cleanup, para desarrollar su idea. Aunque al principio le costó recaudar fondos para llevarla a cabo, cuando su proyecto se dio a conocer en los medios de comunicación, en poco tiempo recaudó 2,2 millones de dólares a través de un crowfounding (campaña de financiación colectiva), con donantes de 160 países. Actualmente, la Organización ha recaudado más de 30 millones de dólares.
El objetivo que se ha marcado Boyan con Ocean Cleanup es reducir en un 50% la superficie de la gran isla de plásticos existente en el Océano Pacífico, entre California y las islas Hawái (Great Pacific Garbage Patch) de 1,6 millones de kilómetros cuadrados y 80.000 toneladas de peso en cinco años. Tras lanzar un primer prototipo en septiembre de 2018 (System 001), con el sistema de seguimiento 001/B puesto en marcha en junio de 2019, han realizado muchas mejoras y, actualmente, están concentrando y reteniendo plástico por medio del concepto de ralentización que utiliza un ancla de paracaídas, en un proyecto piloto en la costa del sur de Japón.
En la siguiente fase del proyecto, con el diseño del System 002, se pondrá en marcha un sistema de limpieza a gran escala capaz de soportar y retener el plástico recogido durante largos períodos de tiempo. Según palabras del propio Slat, “1.000 ríos son responsables del vertido del 80% de plástico que llega a los océanos”. Por eso, la siguiente idea que pretende llevar a cabo este joven siempre sorprendente es el Interceptor, un dispositivo flotante movido por energía solar que saca plástico de los ríos a medida que navega por ellos. Los barcos Interceptores trabajan guiando los residuos plásticos hacia una abertura en el centro de la embarcación, donde una cinta transportadora conduce la basura al interior del artilugio flotante, y se deposita en contenedores.
Una vez lleno, se envía un mensaje de texto a los operadores locales para que lo vacíen. Actualmente hay tres Interceptores funcionando en Indonesia, Malasia y Vietnam y un cuarto lo va a hacer en la República Dominicana. El precio de estas embarcaciones es de 700.000 euros, y son efectivas, ya que un miembro del gobierno del estado de Selangor en Malasia ha dicho: “Se ha utilizado durante un mes y medio en el río y lo está haciendo muy bien, recogiendo las botellas de plástico y toda la basura”. El artilugio llamado Ocean Cleanup Interceptor, trabajando en un río para retirar basura flotante del agua. Con el plástico marítimo ya recogido, Ocean Cleanup ha creado su primer artículo: las gafas de sol Ocean Cleanup, a las que seguro acompaña en un futuro próximo una larga lista de nuevos elementos pensados para el marketing de esta iniciativa. En España, su iniciativa ha recibido el Premio Internacional Princesa de Girona 2020. 
[Esta noticia fue publicada originalmente en El Ágora. Lee el original aquí


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