¿Puede la crisis del coronavirus enseñarnos algo para combatir el cambio climático?

La irrupción del coronavirus está significando una crisis sanitaria, económica y sociológica sin precedentes para el mundo cuyas consecuencias aún se nos escapan. El director general de OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en su anuncio para elevar a pandemia el nivel de contagio de este virus que se extiende a multitud de países, añadió que “estamos profundamente preocupados por los alarmantes niveles de propagación, pero también de inacción”.
Cabe imaginar cómo la tarea de afrontar un problema de estas características a nivel nacional y coordinarlo a escala global es uno de los desafíos más difíciles a los que puede enfrentarse un Gobierno.  Esta situación ¿no recuerda en gran medida al otro gran desafío del planeta que es el cambio climático? Esa muletilla de la “falta de acción”, ¿no estamos oyéndola desde hace años mientras la temperatura del planeta no deja de subir?
Y es que los esfuerzos globales por frenar la pandemia del coronavirus son una advertencia para los esfuerzos globales por frenar el cambio climático. Ambos exigen una acción temprana determinante para detener sus efectos, con un plus en el caso del cambio climático: que afrontarlo ya y hoy acumulará muchos más beneficios en el futuro y en todos los lugares del planeta que su coste, por muy alto que nos parezca ahora.
Pero ¿por qué cuesta tanto tomarse en serio los riesgos climáticos? La política y la psicología pueden tener algunas de las respuestas. La transición energética que pide la economía es difícil si hay una industria de combustibles fósiles a la que se le sigue financiando. Por otro lado, el ser humano es malo planificando un mañana que ni siquiera sabe si verá. Como explica Elke Weber, del Departamento de Psicología de Princeton, “estamos evolutivamente conectados para pensar en el aquí y en el ahora, somos malos en esas decisiones que requieren planificar el futuro”. Y eso que los investigadores calculan que el Ártico podría convertirse en un lugar sin hielo durante los veranos dentro de 20 años o que la selva amazónica podría parecer la sabana en solo 50.
Y en este sentido, sí la manera en la que el mundo está reaccionando por atajar el coronavirus podría ser una lección ejemplar para afrontar la  lucha contra el cambio climático. Precisamente porque nos cuesta tomar decisiones previsoras, son los Gobiernos ayudados de la ciencia quienes deben establecer políticas y leyes contra el cambio climático que nos permitan adelantarnos a sus efectos.
Hace solo unos días, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, presentó el último informe publicado por la OMM, la Organización Meteorológica Mundial, que recoge las consecuencias que el calentamiento global tuvo durante el 2019 sobre la salud de las personas, la vida marina y una gran cantidad de ecosistemas del planeta. En su exposición, el Secretario destacó que a pesar de que en este momento existe una preocupación mundial por el coronavirus, los esfuerzos en la lucha contra el cambio climático no pueden reducirse, “el coronavirus es una enfermedad que esperamos que sea temporal, con impactos temporales, pero el cambio climático ha estado allí por muchos años y se mantendrá por muchas décadas, y requiere de acción continua”.


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