2021, un año decisivo para la cooperación internacional en favor del clima

2021 puede ser un año decisivo para la negociación internacional sobre el clima. El impulso y la adopción de medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos (ODS 13), y el compromiso con el Acuerdo de París y las Cumbres del Clima, requiere de grandes gestos. El liderazgo y el ejemplo de potencias como China y EEUU es crucial en un momento como el actual, en el que, de no revertir la situación, abocaremos al Planeta a un punto de no retorno.
La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca implicará un cambio notable en las políticas ambientales del país. El demócrata se ha comprometido a situar a EEUU en la vanguardia de la acción climática, ha tomado la decisión de volver al Acuerdo de París en su primer día de mandato, y concurrió a las elecciones con una decisiva agenda verde. “Build back better” (Reconstruir mejor) era el lema de campaña, que contemplaba un plan de inversiones de dos billones de dólares para sacar al país de la crisis provocada por la COVID-19, y que, como la UE, también pone el foco en las energías renovables y en la lucha contra el cambio climático. Todos pasos decisivos en un momento como el actual, propicio para impulsar un nuevo modelo que favorezca la transición ecológica de la(s) economía(s).
EEUU, el segundo emisor de gases de efecto invernadero, vuelve así de forma decidida a los compromisos internacionales sobre clima. Y, por primera vez, lo hace junto a China, el gigante asiático que, hoy por hoy, es la primera potencia mundial en emisiones de carbono. Entre ambos suman más del 40% del CO2 equivalente emitido cada año en el mundo. Pekín sorprendió a todo el mundo hace cuatro meses al salir de su mutismo en temas de clima y comprometerse a alcanzar la meta del carbono neutral para el año 2060. “La humanidad no puede seguir permitiéndose ignorar las repetidas advertencias de la naturaleza y seguir adentrándose en la vía de extraer recursos sin invertir en la conservación”, afirmó Xi Jinping, presidente de China, en un mensaje que provocó que Corea del Sur y Japón hicieran lo propio en semanas posteriores.
Por su parte, el bloque de la UE, que durante años ha liderado el esfuerzo por llegar a acuerdos internacionales sobre clima, renovó el pasado mes de diciembre sus objetivos, con la aprobación de la Ley del Clima europea que apuesta por reducir un 55% las emisiones para el 2030. La realidad de nuestros días, marcada por la COVID-19, ha difuminado de algún modo la profundidad y el calado de los vientos de cambio que avecinan la magnitud de las transformaciones que están ocurriendo. Con China, EEUU y la UE remando a favor, es probable que, por fin, se desatasquen los detalles no menores que han impedido, hasta ahora, avanzar en el cumplimiento de los compromisos del Acuerdo de París de 2015.
La COP26 de Glasgow, que hubo de ser aplazada el año pasado por la pandemia, se celebrará en noviembre de 2021 y reunirá por fin a todos los países en lo que será una oportunidad única para impulsar un cambio de rumbo en la lucha internacional contra el cambio climático. Buena parte de este impulso por el cambio se debe a la creciente conciencia social sobre la amenaza que representa el calentamiento global para el bienestar y la propia habitabilidad en el Planeta.
Ni los gobiernos ni las empresas son ajenos a la creciente preocupación ciudadana, y esto, con el impulso y los llamamientos supranacionales, sin duda alienta los esfuerzos por revertir la situación. Además, es la realidad misma la que, más allá de invitarnos a reflexionar sobre la forma en la que nos relacionamos con nuestro planeta, nos obliga a impulsar el cambio. Basta con ver lo que fenómenos meteorológicos extremos como la borrasca “Filomena” pueden hacer en un país para darnos cuenta de que un mundo sometido a un clima cambiante y extremo es un mundo sembrado de incertidumbres y riesgos. Por ello, todo esfuerzo de mitigación y adaptación es vital.
Prevenir es fundamental. El sector privado, consciente de la gravedad de la situación, ya considera los riesgos climáticos en sus planes estratégicos como una posible amenaza a las estimaciones de crecimiento. Y de un tiempo a esta parte, es habitual que las compañías incorporen criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) como parte integral de su enfoque corporativo y no solo como una mera cuestión estética. Esta sintonía entre sociedad, administración y tejido empresarial es la que puede alumbrar un horizonte de cambios en positivo, como estamos viendo.
Las alianzas, la colaboración público-privada y el entendimiento internacional, en línea con el ODS 17 de la ONU, son más necesarios y actuales que nunca. Nos enfrentamos a un gran reto global como el cambio climático, y es urgente reducir emisiones para evitar que la temperatura suba más de lo conveniente. Cualquier esfuerzo que hagamos ahora evitará que los males sean peores en el futuro.
Los desafíos son grandes, si bien es cierto que contamos con las herramientas y un horizonte temporal a nuestro alcance para dejarnos solo de palabras y entrar en acción. Avanzar en un marco de cooperación y diálogo y promover alianzas, tal y como propone la ONU en su ODS 17, es sin duda una de las más efectivas herramientas para afrontar el ingente desafío de garantizar un futuro a las generaciones presentes y a las que están por llegar. Saber a comienzos de este año 2021 que China y EEUU coinciden por primera vez en su preocupación por la causa climática es trascendental y alentador. Esperemos que la crisis climática contribuya a reforzar una nueva forma de globalización, centrada en preocupaciones y objetivos comunes.
[Esta noticia fue publicada originalmente en El Ágora. Lee el original aquí


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