Chicles en nuestras calles: un residuo pegajoso, duradero y ¿reciclable?

Se espera que el mercado mundial del chicle crezca de forma constante y que para 2027 mueva unos 40.000 millones de euros. Por suerte, ya hay ideas sobre la mesa que buscan encontrar una solución a este tema pegajoso. Este crecimiento está impulsado por las innovaciones asociadas a este producto, especialmente con aquellas versiones que no contienen azúcares y que se han popularizado tanto, puesto que existen todo tipo de versiones, sabores y formatos, además de un enorme aparato publicitario que los vende sin parar.
El problema más grave asociado al consumo de este producto es que la gran mayoría de las personas no se ocupan de reciclarlo adecuadamente, por lo que acaban en la acera. Se estima que se consumen 374.000 millones de chicles en todo el mundo y siete de cada diez no terminan en la basura. Puesto que un chicle tarda de cinco a seis años en degradarse, este tipo de residuos constituye un verdadero problema.
Una vez que el chicle ha perdido su sabor (algo que puede ocurrir en tan solo unos minutos), se convierte en un peligroso residuo, por lo que hay muchas empresas que se están preocupando de buscar qué hacer con toda esta goma de mascar llena de aditivos y elementos químicos y se les han ocurrido algunas ideas de lo más originales.

¿Objetos de chicles reciclados?

Si bien es fundamental contar con la colaboración de los consumidores, a quienes constantemente se les está repitiendo que los problemas ambientales actuales necesitan soluciones en las que su accionar es fundamental, ya hay quienes se ocupan de dar cumplida solución al reciclaje de los chicles ‘usados’.
Un buen ejemplo de ello es una diseñadora londinense, dueña de la start-up GumDrop Limited, mediante la cual la artista se ha dedicado a estudiar el contenido de un chicle, para conocer su composición y buscar la forma de reciclar estos residuos en nuevos productos. Su idea es que el chicle salga de los basureros y acabe siendo un elemento útil.
Para ello también se ha preocupado de consultar a los consumidores de chicles y les ha preguntado en qué les gustaría que se transformara su goma de mascar usada. Ha recibido la más amplia gama de respuestas imaginables, pero lo importante es que muchas de ellas ya se han hecho realidad. De hecho, han conseguido reciclar chicles y fabricar con ellos varios productos: desde vasos de café, lápices, reglas hasta púas de guitarra. Una de las ideas propuestas cuyo reto aceptó esta start-up, fue la de convertirlos en calzado deportivo. Todos los materiales (chicles y plásticos) fueron recogidos de las calles de Ámsterdam y para recordar este hecho, en la suela del primer par fabricado como modelo de prueba (que tuvo un coste de 190 euros) se grabó el plano de la capital holandesa
Los consumidores tenemos un papel decisivo en el final de vida de los productos que utilizamos. Si comenzamos a acostumbrarnos a no tirar nuestra goma de mascar usada al suelo, quizá, cuando existen contenedores específicos para recogerlos y darles una nueva vida, no nos cuesta mucho usarlos. Sería ideal que además de pensar en lo antiestético que es un chicle en la acera y lo peligroso que resulta como residuo, nos acordemos también de las personas que van en sillas de ruedas y que no tienen por qué soportar la incomodidad que el chicle les supone. Civismo y cuidado del medio ambiente deben ir de la mano.
[Este contenido procede de Ecoticias. Lee el original aquí]

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