Economía circular: cambiar hábitos para cambiar el modelo de consumo

Nuestro sistema económico actual está basado en un modelo de consumo lineal, esto significa que, desde el momento mismo de la extracción de materias primas, ya se crea la intención de que el artículo que se fabricará sea utilizado por un lapso corto de tiempo y después se deseche para adquirir otro nuevo artículo que lo remplace y así continuar de manera sucesiva con el máximo de objetos que vamos adquiriendo a través de nuestras vidas. Esto se genera muchas veces a través de la publicidad, mostrando un artículo en perfectas condiciones y todavía funcional como algo obsoleto por su apariencia y porque ya existe una nueva versión con más funciones.
El principal problema de este modelo de consumo es que contamos con recursos limitados que se agotan a un ritmo mayor al próximo proceso de extracción, lo que se materializa en daños irreversibles al ambiente (generalmente el suelo y la corteza vegetal), también se ve reflejado en la escasez de materias primas y en el alza de precios en el mercado porque la demanda supera la oferta.
Si bien, su impacto frontal recae directamente sobre los consumidores de menos recursos, es la economía en general la que se afecta por la fluctuación de los precios y la escasez de los recursos, y si ampliamos un poco más nuestra perspectiva social, nos damos cuenta que en una sociedad dinámicamente articulada como la nuestra, regida en función de un modelo de consumo de extracción, producción, consumo y desecho, nos convierte en una sociedad mecánica que no se hace consciente de sus practicas de consumo y por tanto, se encuentra totalmente desentendida de los problemas ambientales y sociales que resultan de mantener una economía que no está pensada en el aprovechamiento y nuevos usos de los recursos y materiales que se encuentran disponibles, o sencillamente es una sociedad indiferente a las múltiples alertas que el entorno muestra a diario.
Pienso que más allá de alertar sobre las consecuencias negativas que resultan de nuestras prácticas de consumo sin consciencia, es importante resaltar la posibilidad de cambio que tenemos a nuestro alcance, desde acciones hasta hábitos conscientes. La primera medida que nos corresponde como sociedad es la exigencia de políticas públicas que garanticen un proceso económico basado en el aprovechamiento máximo de los recursos, que exista un sistema de gestión pensado para el entorno ambiental y social como prioridad, que se regulen y/o transformen las empresas que generan mayores residuos tóxicos y que se piense en usos alternos a los materiales que son desechados masivamente, estas exigencias deben ir acompañadas de una elección consciente de los representantes políticos que tengan como prioridad en su agenda, la protección del medio ambiente y la mitigación sistemática del cambio climático. Las acciones no pueden quedarse solo en esta área, así como las responsabilidades ambientales no llegan hasta aquí, son las practicas individuales y colectivas las que también contribuyen a mejorar la calidad de vida y el entorno ambiental del que nos beneficiamos. Vale la pena implementar una economía circular con los artículos que consumimos periódicamente, como el comprar de forma consciente la ropa que usamos y darles un uso alternativo al de desechar aquellas que ya no se usan. La donación de ropa es una opción que va tomando cada vez más acogida, también se puede comprar/ vender, el reutilizar prendas las pone en un nuevo ciclo de consumo que frena el impacto que podría tener si llegase a un vertedero.
Entonces ya estaríamos implementando acciones conscientes que llevan a una economía que incluye otros mercados alternativos como los bazares, las ventas de garaje, el trueque y las prácticas solidarias, y como estas alternativas también están generando una relación económica, surgen oportunidades laborales hacia mercados que no son los tradicionales comercializadores de artículos nuevos, sino que se apuesta por darle otros usos a los que ya no te están sirviendo. Es como una segunda, tercera y muchísimas oportunidades para los artículos que ya tuvieron un uso y que se busca que encuentren otro ciclo funcional distinto al de quedar en la basura.
La economía circular no se queda en el movimiento de adquisición y compra/venta de artículos de segunda, esto es tan solo una fase del sistema, ya que para lograr una sostenibilidad a largo plazo se piensa en los hábitos conscientes de los consumidores, desde las practicas cotidianas y las compras responsables, se puede crear un estilo de vida que sea productivo, funcional y ecológico. Se requiere de compromiso individual y colectivo, de apropiación por nuestros actos inconscientes que suman al desgaste ambiental, es tiempo de asumir nuestro lugar en el mundo, tomar la parte de culpa que nos corresponde y generar acciones de cambio.
[Esta noticia fue publicada originalmente en Al Poniente. Leer el original aquí]


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